jueves, 6 de agosto de 2009

CINE, CHAMANISMO Y ALQUIMIA DESDE JIM MORRISON










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El cantante puede ser un disfrazado mago hechicero.
Este fue el caso de Jim Morrison. Su mítico grupo musical de rock, The doors, nació con la impronta de aquel verso de Blake: ¨ si las puertas de la percepción se abrieran entonces veríamos la realidad tal cual es: infinita¨.

Morrison fue algo más que un resplandor hipnótico en el escenario. Uno de sus talentos menos difundidos consistió en su condición de libre pensador y poeta.

Su devenir por los fulgores y penumbras del pensar se inicia en su juventud. Recorre entonces las páginas de Nietzsche, las Vidas de Plutarco, Rimbaud, el mencionado Blake y los poetas beatniks como Kerouac, Ginsberg y Ferlinghetti.

En 1969, con su verdadero nombre, James Douglas Morrison, publica The Lords and The New creatures. En la primera obra mencionada, el pensar poético de Morrison emana collares de reflexiones en los que el cine es un brillo destacado.

Morrison danza en torno a la imagen cinematográfica con agudas intuiciones. El cine nace para compensar la ausencia de experiencias reales del hombre moderno. El cine es heredero debilitado del chamán y su poder de viajar fuera de lo cotidiano y ser espectador de otras realidades. Y lo cinematográfico es también continuidad de la alquimia.
Indaguemos entonces, desde este momento de Temakel, la singularidad del pensar de un desaparecido hechicero respecto a las imágenes que bailan en una pantalla.

CINE, CHAMANISMO Y ALQUIMIA
Por Jim Morrison

¨...Los films son una colección de imágenes muertas a la que se insemina artificialmente.
Los espectadores cinematográficos son vampiros tranquilos.
El cine es la más totalitaria de las artes. Toda energía y sensación es absorbida por la erección cerebral, la calavera abarrotada de sangre. Calígula deseaba que todos sus súbditos tuvieran un único cuello, para poder descabezar al reino con un sólo golpe. El cine es ese agente transformador. El cuerpo existe sólo para beneficio de los ojos; se convierte en un sostén seco, para sostener a esas dos suaves, insaciables joyas.
El cine confiere una suerte de espuria eternidad.
Cada film depende de todos los demás y te conduce a otros. El cine era una novedad, un juguete científico, hasta que se amasó un cuerpo suficiente de trabajos, suficiente para crear un mundo alterno e intermitente, una poderosa, infinita mitología en la que uno puede sumergirse a voluntad.
La atracción del cine reside en el miedo a la muerte.
El mayor cuerpo de films ha sido creado por el Oriente moderno. El cine es la nueva forma de tradición antigua -las sombras chinescas. Aun su teatro es una imitación de esa tradición. Nacido en la India o en China, el juego de las sombras estaba vinculado al rito religioso, a las celebraciones que se centraban sobre la cremación de los muertos.
Es incorrecto pensar, como algunos lo han hecho, que el cine pertenece a las mujeres. El cine fue creado por hombres para lo consolación de los hombres.
Las sombras chinescas estaban reservadas, originalmente, para un público masculino. Los hombres podían observar el juego onírico de cualquier lado

...A través de la ventriloquía, los gestos, el juego con objetos y todas las variaciones del cuerpo en el espacio, el shamán describía su ¨viaje¨a una audiencia que, desde este modo, no compartía con él.
Durante el concilio tribal, el shamán era el líder. Un pánico sensual, deliberadamente provocado a través de drogas, cánticos, danza, llevaba al shamán hasta el estado de trance. Una voz distinta, movimiento convulsivo. Actúa como un loco. Estos histéricos profesionales, escogidos precisamente por su inclinación hacia la psicosis, fueron estimados en alguna época. Mediaban entre los hombres y el mundo de los espíritus. Sus viajes mentales constituían el eje de la vida religiosa de la tribu.
Es incorrecto asumir que el arte necesita del espectador para ser. El film sigue su camino sin que haya ojos. El espectador no puede existir sin él. Asegura su existencia.
Los multimedia son comedias tristes, invariablemente. Operan como una suerte de colorida terapia grupal, un encuentro doloroso entre actores y espectadores, una semimasturbacíón recíproca.

Cuando se admitió a las mujeres más tarde, se les permitió sólo observar a las sombras.
Fantasmagoría, linternas mágicas, espectáculos sin sustancia. Lograban completas experiencias sensoriales a través del ruido, el incienso, la luz, el agua. Llegará un tiempo en el que asistiremos a Teatros de Clima para recordar la sensación que derivaba de la lluvia.
El cine se ha desarrollado por dos vías.
Una es el espectáculo. Como la fantasmagoría, su objetivo es crear un mundo sensorial que pueda sustituir al mundo real.
El otro es el peep-show, que reclama para sí lo erótico y la observación despojada de la vida real, e imita al agujero de la cerradura o la ventana del voyeur sin necesitar de color, ruido, espectacularidad.
El cine tiene sus más profundas afinidades no con la pintura, la literatura o el teatro, sino con los pasa-tiempos populares -la historieta, el ajedrez, los mazos de cartas francesas o de Tarot, las revistas y los tatuajes.
El espectador es un animal moribundo.
...Ya no hay ¨bailarines¨ poseídos. La separación del hombre entre actor y espectador es el hecho central de nuestro tiempo. Estamos obsesionados con héroes que viven por nosotros, y a los que castigamos. Si todas las radios y televisiones fueran privados de sus fuentes de poder, todos los libros y pinturas quemados mañana, todos los shows y cines cerrados, todas las artes de la existencia delegadas en otros...
Nos conformamos con lo ¨dado¨en la búsqeda de la sensación. Hemos sido transformados, de un cuerpo loco bailando en las colinas a un par de ojos que contempla en la oscuridad.

Los primeros cineastas, quienes -como los alquimistas- se deleitaban en el deliberado ocultamiento de su arte, lo hacían para que sus habilidades no fueran percibidas por testigos profanos.
Separar, purificar, reunir. La fórmula del Ars Magna y su heredero, el cine.
La cámara es una máquina andrógina, una suerte de hermafrodita mecánico.
Pocos defenderían una mirada hacia la Alquimia como la “Madre de la Química”, y confundirían su verdadero objetivo con aquellas artes referidas a los metales externos. La Alquimia es una ciencia erótica, involucrada con aspectos enterrados de la realidad, dispuesta a purificar y transformar todo ser, toda materia. No sugerir que las operaciones sobre la materia han sido abandonadas alguna vez. El adepto se aferra tanto al mundo místico como al físico.
Los alquimistas detectan en la actividad sexual del hombre una correspondencia con la creación del mundo, con el crecimiento de los plantas y con las formaciones minerales. Cuando ven la unión de lluvia y tierra, la ven en un sentido erótico, como copulación. Y esto se extiende a todos los reinos naturales de la materia. Porque ellas pueden representar romances entre los elementos químicos y las estrellas, romances entre las piedras, o la fertilidad del fuego.
Extrañas, fértiles son las correspondencias que los alquimistas sintieron en los más extraños órdenes de la existencia. Entre hombres y planetas, plantas y gestos, palabras y clima. Estas conexiones perturbadoras: el llanto de un niño y un cordón de seda; la espiral de una oreja y una aparición de perros en el patio; la cabeza de una mujer vencida por el sueño y la danza matinal de los caníbales; éstas son conjunciones que trascienden la estéril
señal de cualquier montaje “voluntario”. Estas yuxtaposiciones de objetos, sonidos, acciones, colores, armas, heridas y olores brillan en una forma impensada, imposible.
El film, entonces, no es sino una iluminación de esta cadena del ser que hace que una aguja suspendida sobre la carne nos haga imaginar explosiones en una capital del extranjero.
El cine, heredero de la alquimia, la última de las ciencias eróticas. (JAMES DOUGLAS MORRISON)




(*) Fuente: Jim Morrison, The doors, Una plegaria americana, de Marcelo Frigueras, Buenos Aires, Editora AC.


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THE END...1967


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