domingo, 16 de agosto de 2009

jim morrison el juego del chaman











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este texto que publico a continuación lo encontre
en un blog de literatura por casualidad..

este es un ensayo para la carrera de literatura
realizado por un alumno del cuarto año ..

me parecio maravilloso q este alumno preparara un ensayo
sobre JIM..creo q el seria muy feliz si supiera q es objeto de estudio.... :)

aunq largo, es muuuy interesante,
siempre es interesante hablar o leer de jim.. este ser tan maravillosamente diferente e impredesible ..

este ensayo trata de meterse un poco en la psique de jim morrison,
para leer ,releer y reflexionar..

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Iniciar un viaje hacia el interior de James Douglas Morrison desde una perspectiva hasta ahora quizás no abordada, es un trabajo que tratará de romper ciertas máscaras con las que el vocalista de The Doors se dio a conocer en el mundo de la música y en la sociedad norteamericana en general. La pretensión de nuevas propuestas en lo respecta a los instrumentos musicales y la innovadora distribución de los elementos escenográficos no sólo ha sido tema para que este grupo haya sobrevivido a la posteridad; la primera voz de la banda se convirtió para el otro en un producto mercantil que nos plantea el sistema, el ídolo musical, en esa especie de modelo que la masa se empecina a seguir. Pero a esta valoración se le adjuntó otro sentido más dejándosele encasillar en lo que se percibió a simple vista: una vida desbordante de escándalos donde todos los excesos forman parte de la cotidianidad del artista musical de la década de los setentas. Algunos críticos han obviado, entonces, aprehender el objeto variando de perspectiva, olvidando interactuar con elementos que les parecieron irrelevantes. El material simbólico recogido para este análisis psicocrítico es un conjunto de poemarios[1] publicados paralelamente a su trabajo discográfico. Aspiramos, de esta manera, a la importancia que tiene el texto literario dentro del campo psicoanalítico y cómo a través de éste el artista manifiesta contenidos de su naturaleza interna que no podrían ser previstos por los rasgos de su biografía.[2] Junto con algunos aspectos biográficos que nos ayudará a comprender ciertos detalles de su comportamiento dentro del entorno social trataremos de dar conocer cómo las categorías jungianas[3] se movilizaban de forma dinámica dentro de la psique de Jim Morrison.

Para el hombre la creación de juego como categoría vital primaria va relacionada con la determinación de reglas. Éstas permiten crear un espacio delimitado donde la actividad lúdica discurre al mismo tiempo que comienza a conocer su situación dentro del cosmos. A partir del juego el hombre desarrolla su capacidad creadora, transforma su realidad a partir de sus sentidos ajustándola a sus necesidades, a sus criterios de supervivencia. Entonces el lenguaje como actividad lúdica esta relacionada con la creación de las primeras sociedades. El hombre establece reglas para permanecer en armonía con el otro, para generar un equilibrio entre su instinto y su relación con los demás y con el mundo. Así el culto por lo sagrado se ve relacionado con el mito, las imágenes fantásticas que explican nuestra comunión con el universo se ven teñidas por una reproducción deliberada de nuestra imaginación. O como diría Huizinga al momento explicar a su Homo Ludens:
“la comunidad primitiva realizaba prácticas sagradas, que le sirven para asegurar la salud del mundo, con sus consagraciones, sus sacrificios y sus misterios, en un puro juego, en el sentido verdadero del vocablo.”[4]

Las sociedades humanas en proceso único de evolución tienen una base en estas reglas que partieron en un principio como simple juego. La realidad comprendida desde el punto de vista del hombre es un espacio sagrado, un escenario donde cada personaje representa el papel que se le asigna cumpliéndolo con seriedad, pero estas reglas pueden ser violables siempre y cuando no desconfigure las estructura del juego. El tramposo, entonces, puede romper reglas, pero no el mundo mismo. Es como romper las leyes naturales que nos rigen. Pero estas sociedades no son regidas por una enorme estructura de leyes sino que son la conglomeración de minúsculas sociedades, donde cada conforma sus propias reglas, como millones de cajas chinas, una dentro de otras hasta el infinito. Así creamos espacios sagrados donde interactuamos asumiendo la máscara que pide las leyes del juego dado: somos cristianos dentro de una iglesia, somos el comprador dentro de un mercado donde hay más compradores y vendedores, o somos los espectadores de un concierto y tenemos adelante nuestro a una banda de blues donde el vocalista canta un sueño que tuvo:
“The killer awoke before down. He put his boots on. He took the face from the ancient gallery and the walked on down the hall. He went into the room where his sister lived and then, he paid a visit to his brother and then, he walked on down the hall and he came to a door and he looked inside. Father? Yes son? I want to kill you. Mother? I want to fuck you all night, baby.”[5]

El inconciente de Jim Morrison presintió este principio supralógico del Hommo Ludens. El escenario donde llevaba a cabo los conciertos era también un espacio sagrado, un mundo con sus propias leyes, un juego donde él y su grupo imponían sus propias reglas a la par que el público las asumía como suyas, leyes que implican un nuevo ordenamiento natural de las cosas, leyes donde las que se respetan fuera de ese lugar ahora pueden ser revertidas, obviadas, anuladas con: “Father? (…) I want to kill you”. De esta manera se creó un círculo donde se desarrollaron sociedades alternas a la hegemónica como pequeñas tribus solidificadas con sus principios primitivos. Pero también intuyó a la vez que el ser humano dentro de la sociedad usaba máscaras para ser aceptado por el otro: “[persona] es un término que realmente se presta porque (…) significa originalmente máscara que llevaba en el escenario el actor y que caracterizaba el papel desempeñado.” [6] Jung construye el concepto de persona como una máscara que aparenta individualidad a momento de entrar en contacto con el otro, pero no es más que un papel representado donde el que verdaderamente habla es el inconciente colectivo que se comunica a través de manifestaciones simbólicas del individuo. La máscara en la letra de Morrison es, además de la persona “una concepción primitiva que sólo puede corresponder a una constitución espiritual arcaica”[7]. Es un juego de relaciones entre el individuo y la sociedad que se conectan desde sus inicios. La persona de Jim dentro de un escenario es la máscara de una psique colectiva, de una generación que pedía a gritos el regreso del contacto equilibrante con el universo. El hombre había dejado de lado su carácter natural, era necesario recuperarla cuanto antes: he ahí el despojo de la ropa, el crecimiento de las barbas como cuestionamiento de las convenciones sociales, he ahí la necesidad un espacio nuevo donde la tribu se avoque a sus antiguos ritos, pero para esto el inconciente colectivo se necesita una voz guía que concilie entre ellos y el mundo: El chamán: “He took the face from the ancient gallery and he walked on down the hall”.

Esta dicotomía de Chamán-tribu no se llegó a desarrollar solamente en los escenarios de los conciertos en los que se presentaron durante la época de los setenta, sino que trasladó esta función lúdica a otros campos. A finales de 1964 estudia cinematografía en la UCLA[8], donde junto con un compañero John Debella plantea el papel del chamán dentro de la psicología de masas: “Chamanismo -dice John-. Junto con Jim estábamos metidos en el chamanismo: el poeta inspirado. Parte de la vaga filosofía de los estudiantes de cine de la UCLA era difuminar la distinción entre los sueños y la realidad.”[9] Al finalizar el primer año Jim presenta un proyecto de cine que se encontraba instaurado dentro del sílabo del curso: el cortometraje tenía como hilo conductor de la historia, imágenes de danzas indias donde el Chamán provocaba histeria colectiva a través de sus visiones, mientras él desde el filo de un edificio citaba una frase de Nietzsche: “Las grandes cosas deben ponerse primero máscaras aterradoras, para que puedan grabarse en el corazón de la humanidad”.
Jim Morrison al poseer este amplio conocimiento del Chamán, abarca campos que tratan armonizar entre su inconciente individual y su yo conciente. El primero ha empezado a manifestar su superioridad frente a los demás, él como Prometeo ha robado el fuego de los dioses: “todo este material, añadido la conciencia, da como resultado un gran ensanchamiento del horizonte, un profundo conocimiento de sí mismo, al que deberíamos adjudicar la facultad de ser modesto al hombre y de humanizarlo mejor que cualquier otro factor.”[10] El lado lúdico siente crecer dentro sí su capacidad creadora, siente que madura. Este hombre colectivo ha empecinado en poblar su conocimiento hacia la humanidad renunciando quizá a sacrificar su dicha humana y a todo lo que le da sentido y forma al hombre común de su sociedad. Jim ha comenzado a desdeñar su lado humano para potenciar su lado creativo: “Lo humano se sacrifica y se desangra en el artista, no pocas veces para alimentar la parte creadora.”[11]
Los poemas de Jim Morrison dan a conocer este estado del artista una constante dualidad entre estos dos mundos el individual y el colectivo. Y cómo estos luchan entre sí para, a veces, liberarse el uno del otro. Pero antes de tocar el punto. Quisiera comenzar con un poema que podría explicar cómo en Jim Morrison se da una identificación y un aferramiento a los valores enterrados en la psique colectiva:
“Mira donde celebramos nuestro culto. Todos vivimos en ciudad. La ciudad forma –a veces física, pero psíquicamente a la fuerza- un círculo. Un juego.”[12]
Según Jung cuando los contenidos inconcientes llegan a la conciencia, ésta puede ser perjudicial para el individuo: puede pasar por diferentes etapas desde a una esquizofrenia hasta llegar asimilarlo como suyos o simplemente crear seres estrafalarios que puedan pertenecer a un orden poseedores de poder que sólo les es dado a ellos, privándolos de sus propios deseos: “el inconciente no sabe sólo desear, sino sabe abolir de nuevo nuestros propios deseos.”[13] Las manifestaciones del inconciente de Morrison lo asimilaron hasta tal punto que él y el público llegaron a creer necesario su plan reivindicador del mundo. La función de profeta se inmiscuyó en la necesidad que este público le exigía traspasar toda la estructura del juego que se daba en los conciertos hasta a las estructuras de la ciudad. El inconciente colectivo pedía, ahora, transpolar a otros juegos la misma máscara, El chamán debía dirigirse a la ciudad. La venida del massmedia contribuyó a que la sociedad devorara la imagen del ídolo, que lo viera como la imagen sexual creadora y cuestionadora de la época, un pequeño dios de barro que al adorarle éste difuminaba la realidad que no querían representar; esa realidad de Vietman, de la guerra fría: “pues cuanto mayor
es el número de individuos que se juntan, tanto más se destruyen los factores individuales y por ende también la moralidad basada totalmente en la sensibilidad moral del individuo y en la libertad imprescindible para la misma.”[14] El chamán ha olvidado que la ciudad tiene varios círculos, varios centros con reglas distintas. Ha olvidado que la única manera de escapar de la realidad es creando millones de circunferencias llameantes dentro de la gran esfera con simultáneos centros.

Para 1970, Jim Morrison publica un poemario Llamado “La Celebración del lagarto” donde algunas imágenes se muestran como reflexiones de antiguas manifestaciones individuales de su inconciente, narra la historia desde un presente donde ya tiene un conocimiento total del sí-mismo. Prepara el regreso del Chamán, pero siendo conciente del motivo de su alejamiento de la tribu y cómo la locura lo ayudó encontrar esta armonía consigo mismo, la reparación de su alma rota. Postula el retraimiento de la sociedad como la única manera de resaltar sus valores individuales, abandonar su entorno huir hacia su interior dejando que lo domine, es la única salida para no sumirse al inconciente colectivo: “I am the Lizzard King. I can do anything”. La sociedad es un mounstro que puede devorarlo, una bestia que si se deja tragar puede anular su verdadero yo: “lobos en las calles y perros vagabundos/ en celo, rabiosos, que echan espuma por la boca./ Una fiera enjaulada en el corazón de la ciudad/ el cuerpo de su madre/ se pudre en suelo estival/ Él huyo de la ciudad.” Reflexiona sobre la sociedad como un caos donde él forma parte de sus estructuras. Pero ahora ha de dejar de ser un simple espectador para convertirse en un actante; en la fantasía de la ficción literaria él Chamán ha decidido alejarse de su tribu para limpiarse el corazón, el alma de los atributos banales de su pueblo: “se dirigió al sur y cruzó la frontera/ Abandonó el caos y el desorden/ les dio la espalda”. La madre ya no es el objeto del dominio contemplativo con la que puede tener un acercamiento carnal, la madre muerta representa ahora la violación del orden lúdico que se planteó anteriormente en el pasaje de The end, se ha destruido el mundo del juego. Sin leyes que el Chamán ya no pueda instaurar, es mejor huir del él y su función dentro de su tribu. Inicio de la manifestación inconciente individual: “viene hacia aquí/ no puedo vivir cada siglo de sus lentos movimientos/ dejo deslizar mi me mejilla/ por las frescas y suaves baldosas/ sentir el contacto de la sangre fría y viva/ los suaves silbidos de las serpientes de lluvia.” Ha limpiado con la naturaleza las máculas que le dejó el ser humano, la corrupción de su alma entre la multitud se la lleva las serpientes de lluvia, lo no hombre, lo colectivo. Dentro de la cosmogonía cristiana la serpiente, representa la antagonía del dios bondadoso, el rey de las sombras. El lado oscuro de la creación, el guardián del pecado: “De todos los árboles del paraíso puedes comer, pero del árbol de la ciencia y del mal no comas, porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”[15]. Así la máscara de la serpiente se ha apoderado de Jim, es una manifestación simbólica de lo individual, de lo prohibido en el ordenamiento del mundo. Porque al tener ese desligamiento con el padre que representa la sociedad, ahora puede hacer lo que su inconciente mande: Es el rey Lagarto y puede hacerlo todo[16]. El chamán de alguna forma ha llamado a sus antiguos divinidades para que lo purifiquen: “se trata de una imagen primitiva y genuina de la divinidad, surgida en el inconciente de una persona moderna y productora de efecto vivo".[17] Para Jung, esta imagen primitiva se presenta en el individuo a través de las fantasías. El carácter etimológico de la serpiente ha de ser desconocido para Morrison a primera vista, pero según se tiene entendido al estudiar éste chamanismo hubo de tener bastante relación con el conocimiento de los reptiles como simbología de alguna divinidad india o al menos sobrentender las categorías cristianas a través de la criptomnesia.[18]

Como habíamos dicho el Chamán está narrando su proceso de alejamiento de la tribu y lo que sucedió en su etapa curativa, desde un presente que se implica en el poemario: “antaño tenía un juego inocente/ me gustaba arrastrame por el interior de mi cerebro/ creo que conoces a ese juego al que me refiero/ me refiero a ese juego llamado volverse loco”. La locura tiene aquí un carácter de renuncia a todo tipo de relaciones con el otro. Pero parte de un manera conciente, pasa por un proceso de rechazar el mundo que lo rodea para comunicarse con su mundo interior, y luego descarga todos los contenidos inconcientes que se acumulaban y no eran expulsados concientemente. A sus inicios se da un proceso de “individualismo [que para Jung significa] una acentuación de la supuesta singularidad, en contraposición a miramientos y obligaciones colectivas”. El juego, y sobre todo el juego de la locura son estados concientes e inconcientes a la vez, donde la reclusión trae consigo consecuencias aislantes y nada aceptables para su entorno. Jim Morrison acentúa su adicción desmesurada al sexo, drogas y alcohol en esta etapa su vida. Estos excesos son manifestaciones del inconciente, se presentan como actos subversivos contra una presión moral de una sociedad protestante que categorizaba todo acto bajo las calificaciones de una correcta integración social o de lo contrario un rechazo al individuo: “Sin embargo, Jim había empezado a despreciar a sus seguidores. Llevaba meses escupiendo al público (o a la imagen que éste sentía de él) y emborrachándos
tanto que en las actuaciones solían sentirse”.[19] Pero el acompañamiento de alucinógenos en su cotidianeidad formaba parte de la filosofía del Chamán la cual éste compartía: “Relájate, estamos abriéndonos paso hacia el otro lado. / Retrocedemos hasta lo más profundo del cerebro/ retrocedemos más allá de mi dolor/ donde no llueve jamás”. Sus planteamientos llegaron a coincidir con algunas tesis de Octavio Paz. Aunque los dos abordaron el tema de la comunión con el mundo de maneras muy distintas y con fines totalmente antagónicos, el valor reside que ambos conciben al poeta como un chamán como un mediador entre el universo y el hombre, un ser incomprendido por la sociedad que lo ignora: “la sociedad moderna no puede perdonar a la poesía su naturaleza: le parece sacrílega. Y aunque esta se disfrace, acepte comulgar en el mismo altar común y luego justifique con toda clase de razones su embriaguez, la conciencia social la reprobará siempre como un extravío o como una locura peligrosa. El poeta tiende a participar en el absoluto como el místico; y tiende a expresarlo, como la liturgia y la fiesta religiosa. Esta pretensión lo convierte en un ser peligroso, pues su actividad no beneficia a la sociedad.”[20]
Tras toda la etapa de dominio que ejerce el inconciente sobre el conciente, el individuo ha de correr el peligro que sus intereses primarios con la colectividad se queden dispersos sin poder entrar en el conciente. Jung plantea que la única manera de destruir esta etapa egoísta es conociéndose a sí mismo a través de la conversión del individuo, es decir, la individuación[21]. Con esto no se quiere decir que el hombre esté cayendo en otra etapa de egoísmo sino que busca la plenitud de su peculiaridad, esto difiere enormemente del primero: “la finalidad de la individuación no es otra cosa que liberar el sí mismo, por un lado de los envoltorios postizos de la persona y, por otro, del poder sugestivo de las imágenes inconcientes.”[22] El chamán del poemario es conciente que después de sumergirse en sus más profundos laberintos, de explorar espacios que sin su inconciente no habría podido contemplar su verdadera condición frente al mundo: “durante siete años viví/ en el disoluto palacio del exilio/ y jugué a extraños juegos/ con las chicas de las islas”. O como lo diría en una entrevista que dio en 1969 en Los Ángeles: “Digamos que estaba probando los límites de la realidad. Tenía curiosidad por ver que pasaría. Eso era todo: simple curiosidad.” [23] En la última etapa de “La celebración del Lagarto” Jim Morrison ha demostrado sobrevivir a los conflictos que suele desencadenar el desequilibrio entre estas dos potencias. Ahora está dispuesto a ingresar al anillo de fuego, esta listo para comunicarse con su aldea que ha dejado hace años, ha pactar otra vez la comunicación con la tierra para que su tribu se cure: “Ahora he regresado/ al país del justo, del fuerte y del sabio./ Hermanos y hermanas del pálido bosque/ Oh, hijos de la noche/ ¿Quién entre vosotros se unirá a la caza? Ahí está la noche con su púrpura legión./ Regresad a vuestras tiendas, a vuestros sueños./ Mañana entraremos en la ciudad donde nací./ Quiero estar preparado". Pero el conocimiento de su individualidad es demasiado tarde para poder curar a la tribu. Al Chamán se le ha otorgado otra visión: “el hombre promedio, único tipo reconocido por la sociedad tiene que dedicar su cabeza a un sola cosa, para poder producir el trabajo que valga.”[24] Jim al conocerse a sí mismo sabe que la humanidad está aún en un estado infantil donde los hombres necesitan aún de la autoridad, la dirección y la ley. Sólo muy pocos están llamados para ejecutar este trabajo. Ellos no han de tomar esta tarea, sino es por una necesidad interna o como el mismo Jung diría: “Muchos son los llamados, muy pocos los elegidos”. Para Jung con el fin de la individuación se alcanza la sensación del sí-mismo, es algo que se ha conseguido muy lentamente y se hizo experimentable mediante esfuerzos y fatigas donde el yo no conforma un súbdito, es una máscara que gira alrededor ella. Jim Morrison experimentó estas extenuaciones para poder llegar conocerse a sí mismo “le toce el muslo y la muerte me sonrió”.[25] Entonces el sí-mismo como conformación total del ser, sólo es posible ser sentida[26] con la muerte: “el sí mismo es también el fin de la vida, es la más completa expresión de esa combinación del destino, que se llama individuo, y no solo le es el del individuo aislado, sino de todo un grupo en que uno completa al otro hasta obtener la imagen acabada.”[27]

Jim Morrison en el último año de su vida presintió las sospechas de Jung. De Alguna manera rechazó volver a ser el chamán del público. Su retiro de los escenarios hizo prever, que el Chamán se había consolidado una nueva comunión mucho más globalizante: Jim tenía un aspecto más saludable que el habitual. Se había afeitado y había adelgazado un poco, y de vestuario también se notaba. Ahora llevaba camisas abrochadas, pantalones de color caqui y jersey de pico. Las botas Frey, gastadas y casi podridas, seguían aún con él.[28] Estaba a punto de crear un solo círculo armónico del que hablaba Jung: La humanidad y él mismo conformarían un solo equilibrio: la verdadera comunión con el inconciente colectivo. Esto sólo lo habría de ofrecer la poesía. Entonces se transformó en presagio a través de sus poemas: “Nos esperan para llevarnos/ al jardín divino/ ¿conoces la palidez y el impúdico temblor de la muerte?” Jim Morrison al poseer la dualidad del artista, su proceso impersonal, lo llevó a sacrificarse de alguna manera sobre los demás. Él previó la relación chamán-tribu que se realizaban en los teatros o en los estadios no era suficiente, tuvo que sacrificar su máscara para otorgarse una más totalizante. Su hecho creador se apoderó de él para dar a conocer a través de su cuerpo la obra artística que revelaba los secretos omnipotentes del inconciente colectivo. Esta máscara perdura hasta hoy como el rostro de una generación que exigía una respuesta y mostraba su temor ante la venida de nuevos paradigmas. Esta máscara ha quedado impregnada en los registros de los conciertos que se dieron en todo los EE.UU. y Europa; sobre todo en los poemas de un personaje que se convirtió en imagen de toda una generación contradictoria y conflictuada.


jueves, 6 de agosto de 2009

CINE, CHAMANISMO Y ALQUIMIA DESDE JIM MORRISON










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El cantante puede ser un disfrazado mago hechicero.
Este fue el caso de Jim Morrison. Su mítico grupo musical de rock, The doors, nació con la impronta de aquel verso de Blake: ¨ si las puertas de la percepción se abrieran entonces veríamos la realidad tal cual es: infinita¨.

Morrison fue algo más que un resplandor hipnótico en el escenario. Uno de sus talentos menos difundidos consistió en su condición de libre pensador y poeta.

Su devenir por los fulgores y penumbras del pensar se inicia en su juventud. Recorre entonces las páginas de Nietzsche, las Vidas de Plutarco, Rimbaud, el mencionado Blake y los poetas beatniks como Kerouac, Ginsberg y Ferlinghetti.

En 1969, con su verdadero nombre, James Douglas Morrison, publica The Lords and The New creatures. En la primera obra mencionada, el pensar poético de Morrison emana collares de reflexiones en los que el cine es un brillo destacado.

Morrison danza en torno a la imagen cinematográfica con agudas intuiciones. El cine nace para compensar la ausencia de experiencias reales del hombre moderno. El cine es heredero debilitado del chamán y su poder de viajar fuera de lo cotidiano y ser espectador de otras realidades. Y lo cinematográfico es también continuidad de la alquimia.
Indaguemos entonces, desde este momento de Temakel, la singularidad del pensar de un desaparecido hechicero respecto a las imágenes que bailan en una pantalla.

CINE, CHAMANISMO Y ALQUIMIA
Por Jim Morrison

¨...Los films son una colección de imágenes muertas a la que se insemina artificialmente.
Los espectadores cinematográficos son vampiros tranquilos.
El cine es la más totalitaria de las artes. Toda energía y sensación es absorbida por la erección cerebral, la calavera abarrotada de sangre. Calígula deseaba que todos sus súbditos tuvieran un único cuello, para poder descabezar al reino con un sólo golpe. El cine es ese agente transformador. El cuerpo existe sólo para beneficio de los ojos; se convierte en un sostén seco, para sostener a esas dos suaves, insaciables joyas.
El cine confiere una suerte de espuria eternidad.
Cada film depende de todos los demás y te conduce a otros. El cine era una novedad, un juguete científico, hasta que se amasó un cuerpo suficiente de trabajos, suficiente para crear un mundo alterno e intermitente, una poderosa, infinita mitología en la que uno puede sumergirse a voluntad.
La atracción del cine reside en el miedo a la muerte.
El mayor cuerpo de films ha sido creado por el Oriente moderno. El cine es la nueva forma de tradición antigua -las sombras chinescas. Aun su teatro es una imitación de esa tradición. Nacido en la India o en China, el juego de las sombras estaba vinculado al rito religioso, a las celebraciones que se centraban sobre la cremación de los muertos.
Es incorrecto pensar, como algunos lo han hecho, que el cine pertenece a las mujeres. El cine fue creado por hombres para lo consolación de los hombres.
Las sombras chinescas estaban reservadas, originalmente, para un público masculino. Los hombres podían observar el juego onírico de cualquier lado

...A través de la ventriloquía, los gestos, el juego con objetos y todas las variaciones del cuerpo en el espacio, el shamán describía su ¨viaje¨a una audiencia que, desde este modo, no compartía con él.
Durante el concilio tribal, el shamán era el líder. Un pánico sensual, deliberadamente provocado a través de drogas, cánticos, danza, llevaba al shamán hasta el estado de trance. Una voz distinta, movimiento convulsivo. Actúa como un loco. Estos histéricos profesionales, escogidos precisamente por su inclinación hacia la psicosis, fueron estimados en alguna época. Mediaban entre los hombres y el mundo de los espíritus. Sus viajes mentales constituían el eje de la vida religiosa de la tribu.
Es incorrecto asumir que el arte necesita del espectador para ser. El film sigue su camino sin que haya ojos. El espectador no puede existir sin él. Asegura su existencia.
Los multimedia son comedias tristes, invariablemente. Operan como una suerte de colorida terapia grupal, un encuentro doloroso entre actores y espectadores, una semimasturbacíón recíproca.

Cuando se admitió a las mujeres más tarde, se les permitió sólo observar a las sombras.
Fantasmagoría, linternas mágicas, espectáculos sin sustancia. Lograban completas experiencias sensoriales a través del ruido, el incienso, la luz, el agua. Llegará un tiempo en el que asistiremos a Teatros de Clima para recordar la sensación que derivaba de la lluvia.
El cine se ha desarrollado por dos vías.
Una es el espectáculo. Como la fantasmagoría, su objetivo es crear un mundo sensorial que pueda sustituir al mundo real.
El otro es el peep-show, que reclama para sí lo erótico y la observación despojada de la vida real, e imita al agujero de la cerradura o la ventana del voyeur sin necesitar de color, ruido, espectacularidad.
El cine tiene sus más profundas afinidades no con la pintura, la literatura o el teatro, sino con los pasa-tiempos populares -la historieta, el ajedrez, los mazos de cartas francesas o de Tarot, las revistas y los tatuajes.
El espectador es un animal moribundo.
...Ya no hay ¨bailarines¨ poseídos. La separación del hombre entre actor y espectador es el hecho central de nuestro tiempo. Estamos obsesionados con héroes que viven por nosotros, y a los que castigamos. Si todas las radios y televisiones fueran privados de sus fuentes de poder, todos los libros y pinturas quemados mañana, todos los shows y cines cerrados, todas las artes de la existencia delegadas en otros...
Nos conformamos con lo ¨dado¨en la búsqeda de la sensación. Hemos sido transformados, de un cuerpo loco bailando en las colinas a un par de ojos que contempla en la oscuridad.

Los primeros cineastas, quienes -como los alquimistas- se deleitaban en el deliberado ocultamiento de su arte, lo hacían para que sus habilidades no fueran percibidas por testigos profanos.
Separar, purificar, reunir. La fórmula del Ars Magna y su heredero, el cine.
La cámara es una máquina andrógina, una suerte de hermafrodita mecánico.
Pocos defenderían una mirada hacia la Alquimia como la “Madre de la Química”, y confundirían su verdadero objetivo con aquellas artes referidas a los metales externos. La Alquimia es una ciencia erótica, involucrada con aspectos enterrados de la realidad, dispuesta a purificar y transformar todo ser, toda materia. No sugerir que las operaciones sobre la materia han sido abandonadas alguna vez. El adepto se aferra tanto al mundo místico como al físico.
Los alquimistas detectan en la actividad sexual del hombre una correspondencia con la creación del mundo, con el crecimiento de los plantas y con las formaciones minerales. Cuando ven la unión de lluvia y tierra, la ven en un sentido erótico, como copulación. Y esto se extiende a todos los reinos naturales de la materia. Porque ellas pueden representar romances entre los elementos químicos y las estrellas, romances entre las piedras, o la fertilidad del fuego.
Extrañas, fértiles son las correspondencias que los alquimistas sintieron en los más extraños órdenes de la existencia. Entre hombres y planetas, plantas y gestos, palabras y clima. Estas conexiones perturbadoras: el llanto de un niño y un cordón de seda; la espiral de una oreja y una aparición de perros en el patio; la cabeza de una mujer vencida por el sueño y la danza matinal de los caníbales; éstas son conjunciones que trascienden la estéril
señal de cualquier montaje “voluntario”. Estas yuxtaposiciones de objetos, sonidos, acciones, colores, armas, heridas y olores brillan en una forma impensada, imposible.
El film, entonces, no es sino una iluminación de esta cadena del ser que hace que una aguja suspendida sobre la carne nos haga imaginar explosiones en una capital del extranjero.
El cine, heredero de la alquimia, la última de las ciencias eróticas. (JAMES DOUGLAS MORRISON)




(*) Fuente: Jim Morrison, The doors, Una plegaria americana, de Marcelo Frigueras, Buenos Aires, Editora AC.


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THE END...1967